08 May
08May

Este no era el trato. No es en lo que habíamos quedado, no es lo que me prometiste ni lo que me hiciste ver ni entender. Esto es una cláusula impuesta por ti y que yo no me puedo negar a aceptar por carecer mi voluntad de fuerza vinculante. Quedamos en compartir, en alcanzar cotas más altas y en preservar lo que nos unía protegiéndolo de lo exterior con uñas y dientes.

No pactamos jugar a que el otro no existe hasta que duela, tampoco firmé por olvidarte y menos aún, por aceptar que estés donde estés y sea lo que sea lo que estés haciendo no me necesites, no me pienses y puedas estar mejor sin mí. Te fuiste y no sólo te llevaste las tazas, los cojines y los cuadros. Te llevaste mi risa, mi disposición a dar y recibir, te llevaste los libros y mis letras, te llevaste el calor de la chimenea y mi pasión por ti o por cualquiera.

Como canta Mar Fernández en una de mis canciones favoritas: “supongo no lo sé, que no piensas en mí, maravilla de mujer, que no diera por saber. Debería de darme igual”. 

Como muy bien indica la canción, debería. Debería, expresión perifrástica que significa suposición o posibilidad pero nunca realidad. No sólo no me da igual, sino que desde entonces no hago otra cosa que buscar, indagar, husmear e investigar cualquier tipo de fuente que me pueda dar una información fidedigna de tu paradero, tus sentimientos o tus anhelos. No sólo no me da igual, sino que desde entonces sólo te veo sin verte, te siento sin tenerte y creo que te toco hasta que me despierto una vez más sobresaltado porque no estás. No sólo no me da igual, sino que te has convertido en el epicentro de una vida que no quiero llevar, no quiero buscarte entre las caras de la gente, sino tenerte sin pedirte, disfrutarte sin rogarte y amarte sin perderte.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO